Donde la magia persiste
Vigesimoséptima entrega de Tres Estrellas, el newsletter quincenal de La Pelota Siempre Al 10.
Buenas! Cómo andás? Nosotros decepcionados por las cosas tristes que están ocurriendo en el país nivel político, pero alegres en el plano deportivo. Rosario Central salió campeón (felicitamos tanto a nuestros seguidores canallas como calamares) y muchas elecciones de los últimos días batieron récords de participación de socios.
Por eso ahora que tenemos un pequeño receso gritamos más fuerte nunca: ¡NO A LAS SOCIEDADES ANÓNIMAS EN NUESTRO DEPORTE!
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Ahora sí, te dejamos con el texto exclusivo de esta entrega escrito por Emiliano Rossenblum. Que lo disfrutes!
Algunos domingos el pasto todavía está húmedo por el rocío y una leve brisa se ocupa de aliviar la pesadez. Otros, la lluvia empapa en el interminable trayecto que solo se puede recorrer a pie hasta la tierra prometida. Solo unos pocos, más a mitad de año, se ocupan de recordar que el sol cada tanto se pasea por la capital de Inglaterra.
Algunos futbolistas llegan desde lejos cuando Londres todavía no despierta; la niebla les alarga el sueño a miles y miles de personas, pero no a ellos. Otros tienen más suerte y les suele tocar cerca del mediodía, aunque no puedan encontrar lugar para estacionar en cuadras y cuadras a la redonda. Solo unos pocos juegan tarde, tratando de adivinar con la poca luz que proporciona el atardecer dónde está la pelota y cuán lejos queda el arco contrario (o la sombra de él).
Así funciona Hackney Marshes, el lugar de referencia del fútbol amateur a nivel mundial, el predio futbolístico más grande del mundo. Una llanura sin fin que alberga más de 60 canchas de fútbol 11 con las medidas reglamentarias, escenario utópico para cualquier amante del deporte de verdad.
El condado de Hackney quizás no sea el más destacado ni el más visitado de Londres, pero una vez por semana recibe a miles de futbolistas de toda la ciudad para cumplir con sus compromisos de Sunday Leagues (Ligas de los Domingos).
La cultura del fútbol amateur y semiprofesional en Inglaterra conserva en ese tipo de competiciones la forma más pura y tradicional del juego: un grupo de amigos y conocidos formando un equipo sin más recursos que la pasión desmedida, tomando como una Final del Mundial partidos que no ven ni sus familiares. Y por supuesto cerrando la jornada con una merecidas cervezas antes de volver a casa, cansados pero satisfechos.
El tema de los recursos limitados no es menor. Los partidos no se juegan únicamente los domingos por simple tradición; como la mayoría de jugadores son de clase trabajadora, no hay otra opción más que esa.
Es desde esa base que Hackney Marshes construyó no solo su propio ambiente, sino una forma particular de entender cómo gestionar el espacio. Quienes llevan adelante su funcionamiento están orgullosos de que les pertenezca a todos los que quieran jugar y la única manera de conseguirlo es siendo solidarios, poniendo precios justos que busquen más la inclusión que la ganancia; en resumen, abriéndole la posibilidad a muchos que viven al día.
Da igual si vienen de Islington, Haringey o Newham: todos podrán disfrutar de canchas bien preparadas, vestuarios con comodidades varias y agua potable. Quizás nunca lleguen a ser profesionales (sacando a los más jóvenes, la mayoría ya perdió la esperanza), pero al menos pueden sentirse como tales durante un par de horas a la semana. Siempre y cuando no se les meta en el medio del partido una pelota que salió expulsada de la cancha contigua, por supuesto.
Leyendas del nivel de Beckam, Bobby Moore, John Terry o Sol Campbell pasaron en su juventud por las canchas de Hackney Marshes, mezclándose con hombres que pasaban cómodamente los 50 años de edad. ¿Existe mejor manera de curtirse que esa?
Aún así lograr cierta constancia en los equipos se vuelve bastante complejo. Muchos jugadores van cambiando de camisetas casi todos los años entre peleas, disoluciones y cismas.
En cambio sí se mantienen firmes hace décadas los torneos que se disputan total o parcialmente en The Marshes. No solo las cuatro divisiones de la Hackney and Leyton Sunday League se juegan allí, también una infinidad de copas amateurs y gran parte de la Camden Sunday League.
Decir que cada vez más torneos y equipos necesitan los servicios de Hackney Marshes podría sonar positivo, pero no lo es. Hoy la demanda supera altamente las capacidades del predio porque en otros lugares aumentan tanto los precios que futbolistas con ingresos por debajo de la media no pueden costearlos.
Quizás en los momentos de más esplendor, hace 40 o 50 años, podrían haber soportado mejor este nivel de requerimiento. Fue la época en la que sostenían alrededor de 120 canchas, cuando comenzaron a organizar mejor un espacio que hasta entonces era levemente anárquico y las Sunday Leagues se popularizaron.
En el medio pasaron numerosas reformas, suficientes para que el lugar apenas tenga similitudes con el parque fundado por el Consejo Municipal de Londres en 1932. La mayor de esas reformas fue de cara a los Juegos Olímpicos de 2012, donde les sacaron una parte enorme de terreno (y por consiguiente, de canchas) para construir un estacionamiento que apenas fue usado. La administración pública nunca fue una gran virtud inglesa.
Hace mucho tiempo que la FA reconoce a las Sunday Leagues como parte de su sistema de fútbol amateur, pero poco hace por preservarlo. Hoy parece más un apoyo simbólico que una declaración de intenciones.
Sin embargo, cada domingo entre ligas infantiles, adultas y senior se hace imposible contar cuántos jugadores pasan por el predio en solo cuestión de horas. Incluso se arman equipos por nacionalidad o religión: diversas comunidades inmigrantes tienen en las Sunday Leagues un lugar de encuentro semanal donde reafirmar su identidad.
Así lo expresó Richard De Nascimento, jugador del NW London, para el medio brasilero UOL: “No es solo por el fútbol, sino por conocer a mucha gente de diferentes lugares. Une y conecta a todo el mundo”.
En tiempos menos tolerantes eran objetivos de racismo, pero hoy (luego de años de trabajo por parte de los directivos) eso es asunto casi terminado. Todo el que accede a las canchas es respetado por igual en lo que quizás sea uno de los mayores logros como espacio de socialización.
Por ese tipo de cosas el lugar es tan especial. Va más allá de ser el predio más grande, mejor preparado o más cuidado. Mucho menos es una cuestión de nivel futbolístico. Hackney Marshes hoy es, ante todo, un lugar donde el fútbol es una excusa para divertirse y resistir ante los embates de la supuesta modernidad.
Un poquito ma’
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