El éxito está en el legado
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España, LaLiga EA Sports. Italia, Serie A TIM. Francia, Ligue 1 Uber Eats. Ya estamos acostumbrados a que la mayoría de las grandes competiciones contengan en su nombre el aval de algún millonario patrocinador.
En Portugal la primera división se llama Liga Betclic, y sin embargo es allí donde todavía sobrevive al paso del tiempo un torneo que no ha sido infectado aún por el insulso olor de los fajos de euros: un hombre clave en la historia del fútbol luso le da nombre a la Supertaça Cândido de Oliveira.
Hay figuras que parecen haber querido ir a fondo en cada cosa que se propusieran, y él es un buen ejemplo. Cuando quiso hacer historia en el deporte rey lo logró como jugador, como técnico y como dirigente. Cuando quiso defender su ideología política luchó por ella y pagó las consecuencias. Y cuando quiso mezclar esas dos pasiones, marcó un punto de inflexión en el periodismo deportivo portugués. Estaba convencido de que su ambición solo podía ser igualada por su fuerza de voluntad y se decidió a demostrarlo.
Cândido Fernandes Plácido de Oliveira nació el 24 de septiembre de 1896 en el barrio de Fronteira, no muy lejos del límite entre Portugal y España. Fue el último de diez hermanos, y a los 9 años perdió a sus padres por lo que creció en el orfanato Casa Pia. Allí había una incipiente cultura futbolera y él desarrolló una sorprendente habilidad para jugar.
Una prueba sobresaliente en el Benfica (donde llegó recomendado por una leyenda como Cosme Damião, ex alumno de Casa Pia) lo ayudó a salir adelante. Por supuesto que el fútbol portugués era amateur, pero consiguió un trabajo en el Correo que no le impedía jugar. La vida le había dado un carácter fuerte y eso se valoraba mucho dentro del mediocampo de As Aguias; debutó a los 18 años y desde entonces rara vez no figuró en el 11 inicial.
Sin embargo, su forma de ser podía ser positiva dentro de la cancha (tanto así que llegó a capitanear al equipo varias veces), pero causaba malestar fuera de ella. Una pelea con dirigentes provocó que abandonara abruptamente las filas del Benfica en 1920.
Fue entonces cuando decidió devolverle a la Casa Pia todo lo que había recibido: reunió a un grupo de amigos que le habían quedado de esa época y propuso crear un club que representara al orfanato.
La iniciativa gustó tanto que el éxito fue inmediato y no tardaron en imponerse en el Campeonato de Lisboa sin perder un solo partido. Tampoco el Porto, campeón del otro gran campeonato regional, pudo hacerles frente: Os Dragões fueron vencidos 2-0 por la Copa 27 de Julio. Casa Pia era el mejor equipo de Portugal.
A eso le siguieron invitaciones a jugar en el extranjero, algunos subcampeonatos regionales y principalmente un hecho histórico: en 1921 la Selección de Portugal tuvo en su primer partido oficial a 6 jugadores del Casa Pia, usó la camiseta negra del club para jugar (caso similar al Queen’s Park Rangers en Escocia) y el capitán fue su emblema Cândido de Oliveira.
El problema es que mantenerse es tan difícil como llegar a ese nivel, y la caída fue tan rápida como el ascenso. Para 1926, cuando Cândido se retiró, estaban entrando en una crisis de la que les costaría casi una década salir.
Mientras tanto él se dedicó a comenzar su carrera como entrenador. Fue la misma Selección de Portugal la que le dio su primera oportunidad al mejor estilo Lionel Scaloni, y bajo su tutela lograron ser invitados a los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928 (primer gran torneo en el que participaron).
Su actuación dejó bastante que desear, quedó afuera en cuartos de final ante Egipto y al año siguiente dejó el cargo, pero por más decepcionante que hoy pueda sonar, esa fue la mejor participación lusa en un torneo de ese calibre hasta mediados de los ‘60s.
Tanto así que luego de no lograr clasificar al Mundial 1934 volvieron a llamarlo para hacerse cargo de la Selección y mantuvo el cargo hasta que la Segunda Guerra Mundial dejó al fútbol en un segundo plano por un tiempo.
Ese conflicto le cambió la vida. Él había crecido desde la profunda humildad y en su opinión los ideales antifascistas estaban antes que cualquier obligación. Pero en medio del régimen autoritario establecido por António de Oliveira Salazar desde 1933 eso no era lo más recomendable para su integridad física.
Portugal venía de una década del ‘20 convulsionada y Salazar apareció como una solución “estabilizadora” que se mantendría en el poder hasta 1968. A lo largo de la Segunda Guerra mantuvo una supuesta neutralidad por su odio igualitario hacia el comunismo y el nazismo (aunque colaboró con ambos en diferentes momentos), pero fue inflexible a la hora de resignar un solo metro cuadrado de sus colonias en África pese a las condiciones infrahumanas en las que vivía la población de esos territorios.
Una de esas colonias era Cabo Verde, un país que hoy es independiente pero en ese momento tenía dentro de una de sus islas el Campo de Concentración de Tarrafal. Allí se sometía a los opositores portugueses de Salazar a un nivel de vida todavía más bajo que el de la población caboverdiana: la falta de agua, de comida y de protección contra el sol quemante se sumaban a trabajos forzados sin descanso y extensas sesiones en la sala de torturas. El sobrenombre “Campo de la Muerte Lenta” no tenía nada de exagerado.
En aquel remoto lugar terminó nuestro protagonista luego de que la PIDE -policía secreta al servicio del dictador- detectara que aprovechaba su puesto de trabajo para ayudar a una red de espionaje dependiente del Special Operations Executive, una organización estatal británica interesada en organizar un movimiento de resistencia a la Alemania nazi. Para eso Cândido estaba organizando un sistema secreto de telégrafos desde el Correo.
Fueron cuatro largos, largos años. Era considerado un traidor a la patria con todo lo que eso implicaba en aquella época. Más de 30 personas fallecieron de las casi 400 que pasaron por allí y él solo se salvó del sufrimiento perpetuo por una maniobra política de Salazar: cuando la guerra comenzó a inclinarse definitivamente hacia los Aliados, le pareció oportuno liberar prisioneros que cooperaron con ellos.
Al poco tiempo la guerra terminó y le ofrecieron retomar su cargo como DT de la Selección como “disculpa por las molestias”. Aceptó… aunque nuevamente no duró mucho. Y el empleo en el Correo no le había sido devuelto por obvias razones.
Así fue que en 1945 fundó junto a otra leyenda (no casualmente, también ex alumno de Casa Pia) como António Ribeiro dos Reis el diario deportivo A Bola, que existe hasta hoy y nació con la revolucionaria premisa de unir fútbol y cultura en un contexto de fuerte control sobre todo lo que “salía de lo establecido”. Durante los siguientes años Cândido se impuso como una de las personalidades más respetadas del periodismo deportivo mientras comenzaba la escritura de sus varios libros sobre fútbol y seguía con su carrera de técnico.
Finalmente le llegó el gran éxito desde el banco cuando durante ese año lo contrató el Sporting de Lisboa. Durante cuatro años -con un pequeño paréntesis en el medio- fueron reconocidos como el mejor equipo de Portugal de la mano de una delantera histórica apodada Os cinco violinos: Correia, Vasques, Peyroteo, Travassos y Albano.
Luego de ese relanzamiento de su carrera las ofertas le llovían: tuvo tiempo de experimentar con una corta estadía en el Flamengo de Brasil, se dio el lujo de entrenar a un grande como el Porto y hasta volvió para un último reencuentro con la Selección de Portugal.
El Mundial de Suecia 1958 lo encontró en funciones para el Académica de Coimbra, pero los deberes periodísticos lo llevaron al país nórdico. Allí su estado de salud empeoró repentinamente, y pese a que le recomendaron mantener reposo, él siguió yendo a los partidos.
En la espera por las semifinales del torneo los problemas respiratorios le causaron la muerte con 61 años a una de las figuras más importantes en la historia del fútbol y el periodismo portugués. Su lucha y su legado, aún así, persisten en la memoria.
Un poquito ma’
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Finalmente les comentamos que este domingo a las 14:30 nuestro vicedirector Emiliano Rossenblum estará dando una entrevista en la Nacional Rock para el programa Todo en Juego. Lo conducen nuestros amigos Santi Lucía y Natu Maderna, no te lo podés perder!
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