Sean realistas, pidan lo imposible
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Buenas! Cómo andás? Esta semana nos trajo un saldo regular para los equipos argentinos en Semifinales de Copas; por la Libertadores Boca fue superior a Palmeiras pero se quedó en un 0-0 agridulce, mientras que Defensa y Justicia tropezó en Quito con un durísimo 3-0 abajo ante la LDU. Ambos tendrán partidos de vuelta complejísimos.
Por supuesto que tampoco ignoramos la fecha de “clásicos”. Ayer la abrieron Vélez y Tigre con un 0-0, pero lo mejor está por llegar. Solo es una lástima que algunos se superpongan…
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Ahora sí, te dejamos con el texto exclusivo de esta entrega escrito por Emiliano Rossenblum. Que lo disfrutes!
Sean realistas, pidan lo imposible
“He tratado de sacar a Francia del barro. Pero volverá a sus errores. No puedo evitar que los franceses sean franceses.” Charles de Gaulle
22 de marzo. Un grupo de jóvenes discuten sentados en el piso del edificio principal de la Universidad de Nanterre (oeste de París). Mientras fuman y citan a Gilles Deleuze y Guy Debord, el ruido de dos radios se entremezcla con las decenas de voces que conforman la sonoridad del lugar. En una suena "Come Together" de The Beatles; en la otra, la voz gruesa de un hombre anuncia que la Universidad ha sido tomada por sus estudiantes. Una sonrisa cómplice los invade.
Sin embargo, rápidamente vuelven a poner cuerpo y mente en tensión. Saben que algo los está esperando, que algo deben hacer, pero todavía no saben el camino ni el destino. Por eso hay que discutir, reunirse, formar opiniones. Si los adultos no lo hacían correctamente era responsabilidad suya como estudiantes tomar su lugar y ponerse de acuerdo en el camino a seguir.
Su lema se escuchó fuerte y claro desde entonces: “Sean realistas, pidan lo imposible”.
Mayo de 1968, Francia parecía estar en llamas. La chispa revolucionaria que un grupo de estudiantes había prendido se esparció por todo el país. Algunos habían sido detenidos, a otros se los amenazó con expulsarlos. Las manifestaciones eran constantes, la policía reprimía cada una de ellas y el pueblo comenzó a posicionarse del lado de esos rebeldes.
Muchos recogieron el guante de aquellas luchas. Pero hubo un colectivo del que nadie esperaba mucho y sorprendió a todos: el de los periodistas deportivos. Desde las columnas del diario izquierdista Miroir du Football comenzaron a incentivar a los futbolistas a aprovechar la ola de reclamos para ganar derechos y lograr un fútbol más justo.
Un grupo de amateurs se reúnen para discutir sus opciones. El sentimiento era generalizado: hacía años que los llevaban menospreciando y su situación muchas veces rozaba la esclavitud. Los hacían jugar todo el tiempo en condiciones infrahumanas y los dirigentes solo se preocupaban por el patrimonio material en lugar de atender las quejas de los jugadores.
Mientras tanto, las manifestaciones de estudiantes comienzan a dejar cientos de heridos y el Presidente Charles De Gaulle ordena militarizar París. La respuesta ahora viene de los obreros, que se solidarizan y hacen una huelga a nivel nacional. Durante los siguientes días se sumarán a ellos gran parte de los trabajadores del país. Francia queda completamente paralizada.
Varios profesionales apoyaron la iniciativa de los amateurs y eso los incentivó todavía más. Formaron un Comité de Acción, se redactó un folleto con sus exigencias y decidieron que el 22 de mayo tomarían la Federación por las buenas o por las malas. Si hasta entonces no los habían querido escuchar, había llegado el momento de obligarlos.
“El fútbol para los futbolistas” declamaban. Y el lema caló hondo. Entendieron que lo suyo no era conseguir objetivos sino satisfacer necesidades: poder tener pase libre antes de los 35 años, jugar solo cuando las condiciones lo permitan y que el DT de la Selección, Louis Dugauguez, dejara de degradarlos públicamente como había hecho hasta entonces. Además acusaron a algunos dirigentes por el manejo casi dictatorial que tenían en la Federación.
Aquella mañana agarraron a todos tan de sorpresa que nadie opuso resistencia. Ante la completa incredulidad de todos, solo minutos después de tomar el edificio ya se podían leer desde la calle banderas con leyendas como "La Federación, propiedad de los 600.000 futbolistas".
La Union Nationale des Footballeurs Professionnels, el sindicato de los jugadores profesionales, expresó su apoyo con los icónicos Just Fontaine y Raymond Kopa a la cabeza. Todo hacía parecer que se venía algo grande… pero la realidad es que la Federación se lo tomó con mucha calma y simplemente se negó a negociar mientras los jugadores mantenían su postura.
El 27 de mayo el gobierno, las patronales y los sindicatos se ponen de acuerdo para descomprimir un poco la situación. Todas las partes debieron hacer concesiones y así se terminó en una importante subida de salarios.
Los futbolistas tomaron los Acuerdos de Grenelle como una señal de que las cosas estaban cambiando, por lo que decidieron levantar sus protestas. Además comenzaban a notarse ciertas diferencias entre los que querían llevar todo al extremo y quienes estaban más abiertos al diálogo. La unión que habían mostrado hacia el exterior durante esos 4 días no era real internamente.
Los estudiantes y trabajadores, a diferencia de los futbolistas, tomaron la medida como un burdo parche y siguieron protestando aún con la huelga ya levantada. El gobierno había quedado tan debilitado que ni siquiera un buen resultado en las elecciones legislativas evitó que en abril de 1969 De Gaulle se viera obligado a renunciar.
Las consecuencias de la toma de la Federación recién pudieron verse meses después. Lograron los pases libres y algunos dirigentes acusados dieron un paso al costado ante la presión que se había creado sobre ellos.
Eso sí, antes se vengaron de los amateurs que dirigieron aquel episodio. Les suspendieron sus licencias para jugar, presionaron para que ningún equipo los contratara y básicamente intentaron excluirlos de la práctica.
No importaba, porque aquellas necesidades que reclamaban se cumplieron. Dejaron un legado y un mensaje: cuando el trabajador exige lo que le corresponde, cuando el fútbol es para los futbolistas, cuando las injusticias se dicen en voz tan alta que nadie puede mirar para otro lado: ahí es cuando se puede ser realista y pedir lo imposible.
Este artículo contiene partes o situaciones ficcionadas por el autor.
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