Este es tu camino, Paul: Parte 2
Decimoctava entrega de Tres Estrellas, el newsletter quincenal de La Pelota Siempre Al 10. Hoy en edición especial!
Buenas! Cómo andás? Como quizás ya te diste cuenta, hoy teóricamente no tocaba publicar Tres Estrellas. Sin embargo, la nota del último sábado dejó a muchos de ustedes con la intriga de saber qué pasó con Paul Morphy y su increíble talento. Por eso pusimos manos a la obra antes de lo previsto y hoy ya les podemos ofrecer la última parte de esta gran historia.
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Ahora sí, te dejamos con el texto exclusivo de esta entrega escrito por Emiliano Rossenblum. Que lo disfrutes!
Podés encontrar la primera parte de esta historia en nuestro newsletter del 19/8: https://tresestrellas.substack.com/p/este-es-tu-camino-paul-parte-1
El ajedrez en los Estados Unidos de la década de 1850 era (y seguiría siéndolo durante muchos años) una actividad amateur practicada casi exclusivamente por la clase alta. Los grandes partidos requerían de un prestigio y una espalda económica bastante amplia.
Dicha condición la cumplían todos los impulsores del primer Congreso de Ajedrez Americano -léase estadounidense-, una iniciativa que buscaba juntar por primera vez a los mejores jugadores del país. Entre los objetivos estaba definir quién era el mejor entre todos ellos.
El día definido fue el 5 de octubre de 1857. Una selecta lista de la más destacada élite recibió su invitación y entre ellos no podía faltar aquel joven que siendo niño había deslumbrado a quien se le pusiera delante. Pese a cierta reticencia por la reciente muerte de su padre, Paul Morphy terminó aceptando.
Comenzó allí su camino al indiscutible estrellato. No solo ganó de punta a punta el torneo (únicamente en la final perdió una partida de las 8 que jugó contra Louis Paulsen) sino que eso lo volvió a poner en las primeras planas de la escena ajedrecística mundial. Su orgullo hizo que rechazara los 300 dólares que había de premio; Alonzo le había enseñado que el dinero solo debía ganarse trabajando y Paul actuó en consecuencia.
Una vez comprobado que en Estados Unidos era invencible jugando en condiciones normales pero también anormales, solo quedaba ver hasta dónde llegaba su genio. A los pocos meses estaba jugando hasta 8 partidas simultáneas con los ojos vendados. Ganaba casi todas.
Su juego estaba muy por encima de los cánones de la época y era pura creatividad; cada partida para él era un mundo aparte donde volcaba las soluciones más ingeniosas. Aún así, era capaz de jugar muchas horas sin cansarse y podía recordar con facilidad la mayoría de las partidas que había jugado en su vida.
Pese a que ya faltaba poco para cumplir 21 y poder acceder al puesto prometido en la Corte, todo ese éxito y el aliento de su tío lo hicieron embarcarse en una travesía por Europa. El objetivo era claro: jugar contra Howard Staunton, considerado por algunos como el mejor del mundo en esos años (en realidad ya había entrado en decadencia desde hacía un tiempo, pero mantenía su fama).
Sin embargo, Staunton le dio numerosas excusas para esconder su deseo de no arriesgar el prestigio que le quedaba. Eso no impidió que Morphy aprovechara para salir de gira por Inglaterra y Francia, ganando más que lo suficiente para ser considerado el #1 a nivel mundial. Muchas de esas partidas tenían premios bastante ampulosos para la época, pero él siguió fiel a su manera de ser y lo ganado siempre lo destinaba a regalos que muchas veces eran para sus rivales de turno.
Sin haber cumplido 22 años ya había demostrado su invencibilidad en condiciones iguales a su rival, por lo que decidió que jugaría contra cualquier persona en el mundo con un peón menos y otorgándole un movimiento de ventaja. Nadie respondió el desafío.
Volvió a Estados Unidos envuelto en gloria y éxito, pero también levemente decepcionado por una nueva dificultad que se le presentaba: nadie quería jugar contra él porque ya sabían cuál sería el resultado. Intentó repetir el procedimiento retando a cualquier estadounidense a jugar con un caballo de ventaja y tampoco encontró respuesta alguna.
La relación entre Paul y el juego comenzó a enfriarse un poco desde entonces, aunque se mantuvo viva un tiempo gracias a su puesto de editor de la sección Ajedrez en el diario New York Ledger.
En octubre de 1860 decidieron no renovarle el contrato, cosa que Paul aceptó casi con felicidad. Su actividad ahora se reducía a jugar partidas ocasionales en los clubes. Tanto así que cuando Louis Paulsen (aquel que le ganó una partida en la final del Congreso de 1857) le propuso jugar un partido en público, Morphy le dio a entender que esa etapa estaba casi terminada para él.
El estallido de la Guerra de Secesión terminó de decantar la balanza. Su renuencia a participar activamente del conflicto hizo que muchas personas lo miraran de reojo, por lo que partió con rumbo a París donde lo esperaban su madre y sus hermanas. Fue allí que tomó la decisión indeclinable de dejar para siempre el ajedrez competitivo.
Solo seguiría haciendo exhibiciones y jugando partidas en privado. Su condición era que no hubiera premio o pago alguno, sino simplemente el placer de jugar. Hacía tiempo que comenzaba a aborrecer la fama, la obsesión que mucha gente del ambiente tenía con él y las constantes ofertas suculentas que recibía para volver a los grandes escenarios. Decidió comenzar su carrera en el ámbito legal.
A pesar de aquellas grandes expectativas generadas durante sus estudios, Paul nunca llegaría al nivel de reconocimiento que tuvo su padre. Siempre lamentó que su labor haya sido tan discreta, según él porque la gente solo lo consideraba un exjugador y no un hombre de leyes. Nunca llegaría a disfrutar del todo esa parte de su vida.
Pasó tantos años recorriendo los caminos que le habían marcado su tío y su padre que terminó siendo esclavo de eso. Cada vez detestaba más al ajedrez, pero era lo que mejor hacía; cada vez se autoexigía más en su rol de abogado, cuando era imposible mantener el mismo nivel eternamente.
El hombre brillante había podido derrotar a todos los seres humanos que se le interpusieron, pero nunca se había enfrentado a un rival tan fuerte como su propio cerebro. Solo tenía 39 años cuando comenzó a tener leves brotes de ira repentina y la sensación de estar constantemente perseguido.
Ya había pasado más de un lustro desde la última vez que había tocado una pieza de ajedrez, y a pesar de que seguía trabajando, su vida no era muy ajetreada. Poco a poco los delirios de persecución fueron en aumento y junto a ellos creció su desconfianza hacia el resto del mundo.
El 10 de julio de 1884 era pleno verano en Estados Unidos y el calor calcinaba a cualquiera, pero eso no impidió que Paul hiciera un corto y solitario paseo. Al volver, por primera vez en mucho tiempo se quedó mirando el tablero de ajedrez que había pertenecido a su padre y seguía intacto luego de tantos años.
Se acercó lentamente y observó durante 10 segundos la posición de las piezas. A esa altura ya le era imposible recordar desde cuándo estarían allí. En la casa reinaba un silencio solemne que le hacía acordar a su infancia, pero no pudo descifrar por qué. “El caballo está en una posición demasiado arriesgada”, pensó. Instintivamente acercó su mano para moverlo.
El trance se cortó cuando recordó que hacía años que no jugaba. Que hacía años que lo detestaba, que no quería ni pensar en un tablero. Que su carrera había sido un lastre más que una ayuda. Recordó a Ernest diciéndole “Este es tu camino, Paul”. Retiró la mano, fue al baño y prendió el agua fría. El calor lo sofocaba.
Su cuerpo no estaba preparado para semejante cambio de temperatura. La sangre se le comenzó a acumular en el cerebro y ya no tuvo capacidad de reacción. Paradojas de la vida, una de las mentes más brillantes de la época falleció por una congestión cerebral.
Numerosos ajedrecistas posteriores reconocerían lo mucho que aprendieron repasando partidas suyas. El más famoso fue Bobby Fischer, otro genio que terminó incluso peor. Si Morphy hubiera podido le habría dicho su frase de cabecera: “La capacidad de jugar al ajedrez es señal de ser un caballero. La capacidad de jugar bien al ajedrez es señal de haber desperdiciado la vida”.
Este artículo no hubiera sido posible sin la información disponible en www.edochess.ca/batgirl/, una investigación al detalle sobre Paul Morphy que recomendamos leer.
Un poquito ma’
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Desde Perú nos llegó este texto interesantísimo de Mauricio Saldaña en el que reflexiona sobre las causas de que el Real Madrid juegue de la manera en la que juega.
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Semana gloriosa para el fútbol de ciegos en Argentina. Campeones del mundo en el masculino (https://twitter.com/SiempreAlDiego/status/1695168552876089399) y femenino (https://twitter.com/SiempreAlDiego/status/1693705139146703237). Felicitaciones a los Murciélagos y las Murciélagas!
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https://lapelotasiempreal10.com/perfiles/robert-enke-y-los-caminos-de-la-depresion/
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PD: le mandamos un saludo al autoproclamado presidente de la mejor gestión en la historia del fútbol español, quien no quiso renunciar e insistió en seguir dándole vergüenza ajena a todo el mundo. Esperamos que pronto sea destituido y se haga justicia.